¿Estarás durmiendo?
¿Mirando el techo?
No hay estrellas en el mío
y la luz se apaga,
desde dentro
como ampolleta óptica.
Mis estantes se vacían.
Los pasillos deshabitados
y silentes
se duermen.
No hay muchas mañanas
en Santiago
con leche dulce
y pan caliente.
Solo noches agrias
como esta.
Ayer quise llamarte,
ayer quise hablarte,
pero como hoy también estoy solo
es mejor hacer de esto
algo trascendente.
Es verdad:
“En la calle alguien buscará,
en la oscuridad, a alguien
sin intención alguna
de encontrarlo.”
Por eso pienso
que no somos los únicos.
Somos muchos, solos.
En habitaciones pequeñas
con techos manchados
por gordas goteras.
Quizás, la mayoría de una especie
en la mitad de la vida,
en el límite del sueño
y la esperanza.