¡Casi me atropellai maricón! Y siguió golpeando la olla en la ventana del conductor para asustarlo. Inmediatamente se acercó más gente al auto. Todo cayó en un ruido aparatoso. Explotó una euforia desmedida. El chofer pasó de la indignación a la sonrisa en segundos, por miedo a verse golpeado por la masa que lo rodeaba. Tuvo que esperar a que lo dejaran pasar. Se dejó vencer por los cacerolazos. ¡Estamos en la misma mierda, hueón! ¡ahora te reí!
El automovilista y su acompañante tomaron esa actitud de espera, de retraso. ¿A dónde irían? No lo sé. Tal vez a ninguna parte, sino no entiendo la automática resignación. Pero tengo la intuición de que alguien tan apurado solo puede ir a esos lugares donde vamos todos para hacer nuestra rutina. Y ellos no quería sumarse a la movilización porque los forzaba a mirar algo que no querían ver.
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Saludos;sabe que la situacion esta mal …,pero le molestan los que se quejan.No se queje sino se queja.
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Hay personas que les asustan los cambios, temen que después… nada sea igual.
Salud.
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Toda la razón. También hay mucha gente mezquina. Un abrazo.
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