Fruta

Foto: Valeria Alonso, Instagram.

Un fruto puede ser sinónimo de algo que nace, como también de algo que muere.

Me da consciencia de finitud y es lo que me hace desearlo. El fruto me llena de ganas de vivir, de vivir mejor. Es una epifanía de la naturaleza. Pero también está lleno de muerte. Pensamiento de muerte, escape. Y te mira como un espejo cuando intentas buscar vida en el fruto. Al mirarlo hay algo en ti que huye pensando que podrá zafar de lo que no zafa nadie. Tal vez esquivar la oscuridad definitiva que está espiándote hace tiempo.

La fruta es la semilla sacada de su cauce natural, de su ciclo. Nudos en la línea genealógica del árbol, si no nos consideramos a nosotros como algo natural, como algo que está en ese ciclo cerrado de reproducción del árbol, claro. Porque también nosotros somos los medios para que él se reproduzca fuera de ese ciclo y bote su descendencia más lejos de lo que nunca sospechó. En otras tierras, otros países, otros continentes, donde ese árbol nunca pensó estar. Y lejos, también, cuando comemos la fruta porque el ciclo se hace más largo en una cadena que se traspasa a otro ser para dar la vida.

Los dientes se hunden en la piel del fruto y brota el jugo. El ciclo se renueva.