Improvisación

Foto: El mejor lugar del mundo, Instagram.

Me serví la taza de té. La tomé con ambas manos porque el agua no estaba tan caliente. Esperé que la bolsita de yerba verde se remojara un poco. Pensé en lo que iba a hacer. Desapareció de mi mente, en ese momento, el presente. Era una máquina que se mueve sola, como en esa película de Keanu Reeves en la que ponen una bomba en un bus y no lo pueden detener. Tenía solo en mi mente las cosas que iba a hacer después. Lo que iba a hacer cuando llegara a la casa de Fer, cómo golpearía la puerta, lo que haría si en la entrada había alguien que no deseaba ver. Cosas así.

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The end

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Foto: Luciano Candia, Instagram.

A Pedro Lemebel *

El ambiente está raro. Los dos peluqueros cortan en silencio. Eso no es habitual. Son venezolanos y todas las veces que he venido me conversan hasta las risas. Suelen ser condescendientes y amables, pero ahora no. Están callados, y en sus ojos se ve algo que no puedo descifrar bien. Lo que sí noto con claridad es un disco de los Doors que suena en el equipo de sonido. Continuar leyendo «The end»

Músicos en la micro

Son dos niños. No creo que alcancen los veinte años. Ella está sentada, mientras custodia con celo una mochila de campamento entre sus piernas. Él se para cerca de ella y desenfunda su guitarra. Advierte que lo que escucharemos será «música gitana». Sin más, comienza a rasgar las uñas en el instrumento. Tiene la voz desgarrada y mueve la cabeza mirando hacia arriba, con la boca abierta, cuando entona las canciones. Me recuerda esos cuadros en que los personajes miran el cielo piadosamente. Como pidiendo algo, en éxtasis, tratando de llegar a otro lugar, de irse de este mundo en un viaje religioso. Así mueve la cabeza. Baila un poco, también, al tocar. Hace unos pasitos con los pies. Como caminando pero en el mismo lugar. Marcando el paso, igual como cuando nos enseñaban a marchar en el colegio. Ella también mueve el pie, siguiendo el ritmo de la canción. Lo mira de una manera afectuosa. No sé bien si su mirada es auténtica. Porque se parece a esas miradas desencantadas, cansadas, que se camuflan en la aceptación. Una de esas miradas que se hacen sabiendo que te están observando. A veces, las personas, sobre todo los adolescentes, miran así. Continuar leyendo «Músicos en la micro»

John Coltrane

Nota III

ES FÁCIL contagiarse con el optimismo de Mr. P.C. Grabada en 1959 para el disco Giant Steps, fue escrita en honor al contrabajista Paul Chambers, que toca en esta versión. El tema abre con una melodía en Do menor para lanzarse, luego de dos vueltas. Continuar leyendo «John Coltrane»

John Coltrane

Nota II

BAJO CORRIENDO los peldaños del edificio en una vertiginosa serie de acordes hasta el primer piso. Un gringo con un aire de superioridad, cuerpo erguido, y bostezando a sus anchas me saluda en la sala de recepción. Salgo y la luz del día se abre con el inicio de una nueva canción. Continuar leyendo «John Coltrane»

IX. Falta de querer

IX

SALÍ PORQUE estaba cansado de la canción de Mon Laferte que tocaban a cada rato. Nunca la había escuchado. Creo que era de su disco nuevo. Al rato de estar paseándome en la tienda me di cuenta que era la misma canción que repetían una y otra vez. O tal vez no fue por eso que salí, sino porque no encontraba una prenda de mi talla. Continuar leyendo «IX. Falta de querer»

IV. Falta de querer

IV

LA SEMANA pasada fui a una feria del libro en el centro de Santiago. Di un par de vueltas, solo por costumbre. Y también porque no tenía nada más que hacer. Son tan aburridas algunas ferias de libros. Más que algunas, la verdad, casi todas son una gran lata. Me paseé viendo los cartelitos de las editoriales y mirando los estantes superficialmente, sin intención de buscar o encontrar algo. Cuando terminaba mi primera y única vuelta apareció una murga de jóvenes tocando instrumentos de viento y caja. Uno de ellos, el chinchinero, iba dando vueltas en el centro, haciendo la base que pauteaba toda la caravana. Eran esas típicas pasacalles, que aparecen ahora, tocando cumbia y música nortina. Se veían alegres. Realmente gozaban lo que hacían. Las niñas tenían cara de cansadas, pero se notaba que disfrutaban genuinamente los ritmos. Les tomé una foto con el teléfono, para enviársela a un amigo trompetista, y caminé a hacia otro lugar sin hacer ningún esfuerzo por pensar en qué momento perdí el entusiasmo por casi todo lo que hago.